El pasado mes de noviembre, Bolivia solicitó en la sede de la ONU en Viena el reconocimiento pleno de la hoja de coca como patrimonio ancestral, una medida histórica que busca desestigmatizar esta planta tan arraigada en las culturas andinas. La hoja de coca, que ha sido utilizada durante miles de años por diversas civilizaciones preincaicas, incas y comunidades indígenas en el altiplano andino, se encuentra actualmente en el centro de un debate internacional que involucra la contradicción entre su valor cultural y medicinal frente a su uso ilícito en la producción de cocaína.
Esta solicitud de Bolivia a la Comisión de Estupefacientes en Viena no es solo un acto simbólico, sino una reivindicación de la identidad y la historia de los pueblos indígenas, quienes han utilizado la hoja de coca de manera tradicional para aliviar el mal de altura, mejorar la digestión y obtener energía en las actividades cotidianas. La masticación de la hoja de coca, o “acullico”, es una práctica común que, lejos de ser un hábito relacionado con el consumo de drogas, forma parte de una tradición que fortalece los vínculos sociales y culturales de las comunidades andinas.
La coca es mucho más que una planta; es un símbolo de la relación profunda que tienen las comunidades de los Andes con su entorno natural. Para los pueblos indígenas de Perú, Bolivia, Colombia y otros países andinos, la hoja de coca no es solo una fuente de beneficio físico, sino también un elemento espiritual. En la cosmovisión andina, la coca es considerada un regalo de los dioses, un medio para conectar el mundo físico con el espiritual. Su uso en rituales religiosos, ofrendas a la Pachamama (Madre Tierra) y ceremonias tradicionales refleja su importancia como parte integral de la identidad cultural de estas comunidades.
En Perú, la hoja de coca tiene un valor inmenso en términos de salud y cultura. Desde tiempos preincaicos, las civilizaciones andinas han cultivado la coca y la han utilizado para aliviar los efectos del mal de altura, mejorar la circulación, reducir el cansancio y estimular el sistema digestivo. A pesar de la creciente relación de la coca con el narcotráfico en la actualidad, el uso tradicional de la coca no debe ser confundido con la cocaína. La diferencia radica en el proceso de transformación, y el problema se encuentra en la fabricación de una droga altamente adictiva, no en la planta en su estado natural.
A lo largo de los años, la hoja de coca ha sido objeto de una estigmatización en gran parte debido a su relación con la cocaína. A pesar de su uso tradicional y medicinal, la planta ha sido asociada con el narcotráfico y la violencia en las regiones productoras de coca, lo que ha generado una percepción negativa tanto a nivel nacional como internacional. Esta visión distorsionada ha llevado a políticas de erradicación masiva de cultivos de coca en países como Perú y Colombia, sin tener en cuenta su valor cultural y el impacto que estas medidas han tenido sobre las comunidades que dependen de la coca para su sustento.
La solicitud de Bolivia en Viena representa un paso importante hacia la desestigmatización de la hoja de coca. El reconocimiento de su valor como patrimonio ancestral no solo permitiría preservar la cultura y las tradiciones de los pueblos indígenas, sino que también abriría un camino para un enfoque más equilibrado en la política de drogas. Este reconocimiento podría permitir a los países andinos gestionar la coca de manera sostenible y promover su uso tradicional y medicinal de forma segura.
La solicitud de Bolivia ha generado un intenso debate sobre el futuro de la hoja de coca en el ámbito internacional. En Perú, donde el cultivo de coca tiene una gran tradición, el reconocimiento de la hoja de coca como patrimonio ancestral podría representar una oportunidad para que el país reivindique su cultura y revalorice esta planta que es parte fundamental de su identidad.
Si bien Perú ha sido históricamente un país que ha luchado contra el narcotráfico, también es cierto que existe un creciente interés por parte de diversos sectores para darle a la coca el lugar que le corresponde en la historia y la cultura del país. Recientemente, se han alzado voces que piden un cambio en las políticas de drogas, promoviendo un enfoque más orientado hacia la salud pública, la regulación del uso tradicional y medicinal de la coca y el apoyo a los agricultores que cultivan esta planta de manera sostenible.
Es posible que, en el futuro cercano, Perú siga el ejemplo de Bolivia y solicite ante la comunidad internacional el reconocimiento de la hoja de coca como patrimonio ancestral. Este paso no solo sería una forma de resaltar la importancia cultural de la coca, sino también una oportunidad para revisar la relación entre la coca y el narcotráfico, buscando soluciones más efectivas para combatir este flagelo sin afectar las tradiciones y la economía local.
La solicitud de Bolivia ante la ONU para el reconocimiento de la hoja de coca como patrimonio ancestral marca un hito importante en la lucha por la desestigmatización de esta planta en la región andina. Para Perú, esta es una oportunidad para reflexionar sobre su propia relación con la coca y considerar nuevas formas de abordarla, que respeten tanto su valor cultural como sus desafíos en el combate al narcotráfico.
Es fundamental que el debate sobre la hoja de coca no se limite a su vínculo con la cocaína, sino que se enfoque en su importancia histórica, cultural y medicinal. La hoja de coca es, sin duda, un patrimonio ancestral que merece ser protegido, preservado y reconocido por las futuras generaciones.